jueves, 18 de junio de 2015

Esas cosas que pasan

La mayoría de las novelas que tratan la muerte de algún familiar recurren al frío intelectualismo para desgajar los hechos economizando los sentimientos. Este no es el caso de También esto pasará (Anagrama, 2015), una novela en la que Milena Busquets novela el luto por la muerte de su madre, la célebre editora de Lumen, Esther Tusquets. Lo que llama más la atención de este libro que está siendo traducido al inglés, al francés, al alemán, al italiano y al portugués y que será editado por los mejores sellos europeos –Gallimard, Rizzoli, Suhrkamp, Hogarth Press, entre otros– es que apela, justamente, por el procedimiento contrario: es una explosión de sentimentalismo.
También esto pasará
La espiral de encuentros sexuales y la necesidad de reafirmar la vida en las relaciones con los amigos y con los hijos, construyen un argumento inusual que transcurre durante un verano en Cadaqués, pero cuyo mensaje final es la transitoriedad de la vida. La exploración de la pérdida y el dolor que emprende la autora en esta obra interesa al lector porque cifra dentro de una aparente superficialidad uno de los misterios más grandes de la existencia: cómo navegar dentro del vacío enorme que deja la muerte de un ser querido. “La ligereza es una forma de elegancia. Vivir con ligereza y alegría es dificilísimo”, escribe quien también trabajó varios años como editora y la fuerza de esta declaración –que puede llegar a sonar a perogrullada si no se resemantiza– solo queda en evidencia cuando se complementa con otras: “Amamos como nos han amado en la infancia, y los amores posteriores suelen sor solo la réplica del primera amor”. Es por eso, por el fallecimiento de la madre, que para la narradora es el amor definitorio de su vida, que intenta resolver el dolor con el exceso de los otros amores. Los amores menores, los transitorios, ahora que el definitivo se había marchado.
Busquets se propuso anotar su luto a través de la descripción ficticia de un viaje familiar que hace con sus hijos y sus amigos más cercanos a la casa de veraneo de su familia, unas semanas después de que ha enterrado a su madre. Por eso, a ratos, la voz que narra en primera persona se saca de la manga a una interlocutora, la madre muerta, que queda interiorizada dentro de su hija como pasa cuando se van de nuestro lado quienes guiaron los primeros años de nuestra existencia: su voz está presente, con la sonoridad de su tono y los lugares comunes de sus expresiones. “Te preocupaba que hiciese tanto tiempo que no me enamoraba de verdad, que hubiese convertido en un juego algo que a ti siempre te parecía tan importante y que lo jugase con contrincantes que, según tú –en eso eras la típica madre–, ni estaban a la altura ni tenían mi pericia”, escribe la autora nacida en Barcelona en 1972.
Aunque lo que está en primer plano es el desorden que la lleva de los brazos de un hombre a otro, incluyendo uno casado, un exmarido y alguno que otro amante ocasional, lo que se encuentra en el fondo es una vuelta constante a los últimos momentos de la vida de su madre, a la relación que se había articulado entre ellos. Y, principalmente, a la sensación de orfandad que, sin importar qué edad se tenga, pesa sobre el alma cuando se muere uno de nuestros padres. “Habíamos hablado mucho de la muerte, pero jamás pensamos que la muy cabrona te arrebataría la cabeza antes de llevarse también todo lo demás, que te dejaría únicamente unas migajas de lucidez intermitente que sólo servirían para hacerte sufrir más”, escribe y añade una vertiente más de drama a la muerte de su madre, la pérdida de aquello que definía su vida: su cabeza. ¿Cómo darle sentido al hecho de que una madre, en la noche de sus días pierda aquello que mejor la identificaba? Una editora que enferma de la cabeza. Como una cama que no ofreciera cobijo. Como un carro que se quedara sin ruedas. Como un piano incapaz de tocar una nota.
La muerte es un resumen, a veces irónico, de la vida. El luto, en cambio, es una realización de la existencia. Una que cuesta mucho elaborar.

@michiroche

2 comentarios :

  1. Quien debía escribir eres tú, Prácticamente en poco espacio lograste la emoción necesaria para seguir leyendo el libro, tenieindo como un fantasma al lado tu narración

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