No comboio
descendente
Vinha tudo à gargalhada.
Fernando Pessoa
Bestia de fierro, antiguo heredero de viajes que
fuerte traquetea. Desde Antonio Machado hasta Pessoa existen versos que
detallan la simbiosis del tren y el pasajero, el primero decía: “¡Este placer de alejarse! / Londres,
Madrid, Ponferrada, / tan lindos… para marcharse. / Lo molesto es la llegada.” César Segovia no es ajeno a esa antigua relación
hombre y máquina por lo cual en su poemario Próximo
tren nos invita a viajar por cada andén del mundo.
Próximo tren |
En Próximo tren,
publicado bajo el sello de la editorial Libros del Fuego, el autor además de
combinar un poemario y un diario de viajes entrega a los lectores un boleto y un mapa para recorrer las vías que conectan territorios de todos
los continentes, de esta manera, cada uno puede acompañarlo como un pasajero en
el asiento de al lado o en otro vagón.
Dicho
rumbo pasa por 53 estaciones
(poemas narrativos) que se dividen en siete partes, por nombrar algunas:
Gregorio Marañón, Madrid; Père Lachaise, París; Maяkobkaя, Moscú; De Broukère, Bruselas; Hermannplatz,
Berlín; King’s Cross, Londres; Joanic, Barcelona; Amsterdam, Holanda; Hoboken,
New York; Oruro, Bolivia; Tlatelolco, México D.F; La Hoyada, Caracas;
Marutamachi, Kyoto; Baquedano,Santiago de Chile y Retiro, Argentina.
El viaje de Segovia inicia en la estación “Los Jardines”, Caracas: “A esta hora toca ser el vidente cegado por la / mínima luz que arde en las ventanas abiertas. Toca ser /el tren que parte desde el ánima lúdica hecha voz / frente al espejo (…)”. Donde los rieles marcan los confines del camino mientras el hombre continúa su sueño, lectura y admiración a través de la ventana. Para luego seguir a “Parque del Este” y recorrer en cada línea el tiempo, la nostalgia nocturna y la espera: “Y así los bordes que fueron noche se vuelven angustia, / opresión, pena. / Y así las penas se sentaron a esperar el próximo tren”.
El viaje de Segovia inicia en la estación “Los Jardines”, Caracas: “A esta hora toca ser el vidente cegado por la / mínima luz que arde en las ventanas abiertas. Toca ser /el tren que parte desde el ánima lúdica hecha voz / frente al espejo (…)”. Donde los rieles marcan los confines del camino mientras el hombre continúa su sueño, lectura y admiración a través de la ventana. Para luego seguir a “Parque del Este” y recorrer en cada línea el tiempo, la nostalgia nocturna y la espera: “Y así los bordes que fueron noche se vuelven angustia, / opresión, pena. / Y así las penas se sentaron a esperar el próximo tren”.
El poeta logra
lo insólito, un gran riel náutico que une a Caracas con Roterdam, Madrid con Caracas
o París con México. Muestra al tren como la vida misma, siendo el tiempo de nuevo protagonista, así se
lee en “Capitolio”: “Envejecemos frente a las puertas del tren, vencidos en la
/ eterna esperanza de un sentido sin dirección, en los crímenes / de una
clepsidra tiránica, mustia de gotearnos”. Para mostrar líneas más adelante:
“Envejecemos sin movernos, vivos apenas”. En “Amsterdam Central” se repite el
contar de las horas, la arena en el reloj: “Fue. La noche, la espera, la mancha
del tiempo que / se volvió memoria apenas, apenas amnesia de una palabra /
susurrada entre el borde de un andén y la sombre de / su despedida”.
También está el
amor silencioso que observa y protege en el “Arcén 3”: “Espero ser más que el
sueño que duerme, más que el vapor que le / roza la piel y le escuece el ansia.
Espero ser el rumor que le llegue siempre, que le bese la frente y le esconda /
las sombras”.
Para el autor hay
una maleta preparada, un boleto, vagón y la convicción de que “Siempre
habrá trenes” sinónimo de esperanza. Cuando esa masa
de metal andante se detenga será el
final de su viaje y el comienzo
para otro pasajero anónimo.
@DiosceMartinez
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