viernes, 19 de junio de 2015

En espera del tren

No comboio descendente
Vinha tudo à gargalhada.
Fernando  Pessoa
Bestia de fierro, antiguo heredero de viajes que fuerte traquetea. Desde Antonio Machado hasta Pessoa existen versos que detallan la simbiosis del tren y el pasajero, el primero  decía: “¡Este placer de alejarse! / Londres, Madrid, Ponferrada, / tan lindos… para marcharse. / Lo molesto es la llegada.” César Segovia no es ajeno a esa antigua relación hombre y máquina por lo cual en su poemario Próximo tren nos invita a viajar por cada andén del mundo.
Próximo tren
Segovia caraqueño nacido en 1977, es licenciado en Letras de la Universidad Central de Venezuela, además de editor, investigador y creador de  palíndromos. En su haber literario nos encontramos con: Caracas siempre nueva. Breve antología de crónicas de Caracas. (Magenta Ediciones), y Eso lo sé (Editorial Lugar Común).
En Próximo tren, publicado bajo el sello de la editorial Libros del Fuego, el autor además de combinar un poemario y un diario de viajes  entrega a los lectores un boleto y un mapa para recorrer las vías que conectan territorios de todos los continentes, de esta manera, cada uno puede acompañarlo como un pasajero en el asiento de al lado o en otro vagón.
Dicho rumbo pasa por  53 estaciones (poemas narrativos) que se dividen en siete partes, por nombrar algunas: Gregorio Marañón, Madrid; Père Lachaise, París; Maяkobkaя, Moscú; De Broukère, Bruselas; Hermannplatz, Berlín; King’s Cross, Londres; Joanic, Barcelona; Amsterdam, Holanda; Hoboken, New York; Oruro, Bolivia; Tlatelolco, México D.F; La Hoyada, Caracas; Marutamachi, Kyoto; Baquedano,Santiago de Chile y Retiro, Argentina.
El viaje de Segovia inicia en la estación “Los Jardines”, Caracas: “A esta hora toca ser el vidente cegado por la / mínima luz que arde en las ventanas abiertas. Toca ser /el tren que parte desde el ánima lúdica hecha voz / frente al espejo (…)”. Donde los rieles marcan los confines del camino mientras el hombre continúa su sueño, lectura y admiración a través de la ventana. Para luego seguir a  “Parque del Este” y recorrer en cada línea  el tiempo, la nostalgia nocturna y la espera: “Y así los bordes que fueron noche se vuelven angustia, / opresión, pena. / Y así las penas se sentaron a esperar el próximo tren”.
El poeta logra lo insólito, un gran riel náutico que une a Caracas con Roterdam, Madrid con Caracas o París con México. Muestra al tren como la  vida misma, siendo el tiempo de nuevo protagonista, así se lee en “Capitolio”: “Envejecemos frente a las puertas del tren, vencidos en la / eterna esperanza de un sentido sin dirección, en los crímenes / de una clepsidra tiránica, mustia de gotearnos”. Para mostrar líneas más adelante: “Envejecemos sin movernos, vivos apenas”. En “Amsterdam Central” se repite el contar de las horas, la arena en el reloj: “Fue. La noche, la espera, la mancha del tiempo que / se volvió memoria apenas, apenas amnesia de una palabra / susurrada entre el borde de un andén y la sombre de / su despedida”.
También está el amor silencioso que observa y protege en el “Arcén 3”: “Espero ser más que el sueño que duerme, más que el vapor que le / roza la piel y le escuece el ansia. Espero ser el rumor que le llegue siempre, que le bese la frente y le esconda / las sombras”.
Para el autor hay una maleta preparada, un boleto, vagón y la convicción de que “Siempre habrá trenes”  sinónimo de esperanza. Cuando esa masa de metal andante se detenga será  el final  de su viaje y el comienzo para otro pasajero anónimo.
@DiosceMartinez

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