A los 19 años, cuando apenas
había salido del curso preparatorio de la Escuela Normal Superior de París,
Agnés Desarthe se sentía incómoda en cualquier biblioteca y su perfil no era el
de una intelectual come-letrasAunque estudió en la ENS, la institución de
enseñanza creada durante la Revolución Francesa en donde aún se educa la intelligentsia gala y sus padres pusieron
empeño en desarrollar su interés por las letras, Desarthe no se atrevía a decir
que le disgustaba leer. Tuvo que vencer sus propios miedos para convertirse en la
traductora de renombre, que ha puesto lo escrito por Virginia Woolf y Cynthia
Ozick en francés, y la narradora consagrada que es hoy –su novela Un secreto sin importancia (1996) ganó
el Premio Livre Inter y vendió más de 50.000 ejemplares en un mes–. Cómo aprendí a leer cuenta esa historia
y confiesa el odio que encerraba un amor profundo.
Cómo aprendí a leer |
El libro cuenta una
travesía desde la niñez hasta la adultez navegando sobre la narrativa, la
poesía y el ensayo con el objeto de reconocerse en la palabra escrita. “Cada
vez que un personaje, sea en un libro o en una película, descubre el alfabeto,
lloro. Poco importa la calidad de la obra, lo que yo busco es la escena: Un
dedo que sigue una serie de letras y consigue, por primera vez, desentrañar su
sonoridad, descifrar su sentido. No hace falta más: se me caen las lágrimas”,
escribe.
Hija de una rusa hebrea
y de un libio, para la autora nacida en París en 1966 existe un vínculo entre
la persecución, el exilio, la humillación social y la lectura –“entre la
palabra ‘judío’ y la palabra ‘libro’”–, que la incapacitaban para reconocerse
en la palabra escrita: “Durante años me he negado a leer porque mi abuelo
materno había sido deportado; porque la familia de mi padre se había visto
obligada a abandonar Libia y después Argelia; porque, a pesar de nuestros
esfuerzos nunca éramos lo bastante franceses, lo bastante burgueses; porque la
lectura por un desgraciado juego de prestidigitación, estaba asociada con
Francia, la Francia del terruño, el terruño que nunca conocería, que nunca
poseería”.
En el libro editado en
castellano por Periférica, la lectura permite que Desarthe descubra su
identidad como mujer, como ciudadana francesa y, más importante aún, como
escritora. Pero el paso entre la joven estudiante que, a pesar de que ocupaba
gran parte de su tiempo libre con los libros, despreciaba la lectura y la
traductora adulta que la convirtió en una herramienta profesional ocurre, como
en todas las aventuras heroicas, a partir del descubrimiento de la ayuda
mágica. En el libro Shosha de Isaac
Bashevis Singer, que encuentra por casualidad, se identifica con todos los
personajes, con el ambiente, incluso con los objetos inanimados que muestra el
autor que escribió toda su obra en Yiddish. Esa lectura le despertó un feroz
apetito y devoró, una tras otra, las obras del ganador del Premio Nobel de 1978.
En su cuentos “Yentl el niño del Yeshivá”, por fin, encontró la respuesta a la pregunta
inspirada por Mijail Bajtín: ¿desde dónde leemos?
La historia de una
niña cuyo padre rabino la enseña a discutir la teología judía desafiando la
tradición la introdujo a una feminidad transgresora que le hizo
comprender el lugar que ocupaba en el mundo. “Leer a Singer no sólo permitió
que una voz, hasta entonces ausente, se elevara para ofrecer por fin las
historias de mis orígenes con lagunas, sino que también me dio acceso a una
nueva proposición, a una repartición diferente de los atributos y posibilidades
relacionadas con el género”, escribe en el libro: “Ya no era mi familia contra
Francia, ni mis padres uno contra otro, era el mundo de antes contra el mundo
de ahora; y en el seno de esta contradicción: la mujer sumisa contra la mujer
sabia”.
El lector inocente
pensará que Cómo
aprendí a leer se trata de una declaración del amor por
los libros de una escritora, pero eso sería como repetir alguna frase vacua como
esa de que la lectura es un viaje a otros mundos sin moverse del asiento. La
lectura es más que escapismo y placer, se trata de una herramienta para conocer
y reconocerse; es una forma de apaciguamiento de los impulsos básicos y una
necesidad para interpretar el mundo. Así, este libro es más que
la historia de un recorrido iniciático, es la suma de esas
reflexiones sobre los libros es una evidencia de la estructura de relaciones
entre las culturas a través y los entramados lingüísticos que las diferencian
que se articulan a partir de lo escrito. Es un homenaje a la lectura como
espina vertebral del conocimiento y las relaciones entre culturas.
@michiroche
Muy buen impulso para leer esa obra.. Graciias
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