Liao Yiwu se ha
convertido en un nombre frecuente en la prensa internacional por la virulencia
con la que ataca a su compatriota Mo Yan, ganador del Premio Nobel de
Literatura del año 2012. Liao lo acusa de ser un autor acomodaticio al régimen
chino y le critica haber contribuido con su escritura a un “volumen de
caligrafía” dedicado al fundador de la República Populista China, Mao Zedong, y
también que fuera miembro de la delegación oficial que representó a China cuando
este país fue invitado de honor a la Feria del Libro de Frankfurt en 2009.
Liao Yiwu Cortesía: Editorial Sexto Piso |
Para el escritor y
músico nacido en 1958, más que el artista de la Torre de Babel, Mo es un
símbolo del Partido Comunista Chino. No se explica cómo la misma academia pudo
darle el Nobel de la Paz en 2010 a su amigo Liu Xiaobo, que aún está
encarcelado por sus opiniones en contra del gobierno de ese país, y luego le
diera el más eximio premio literario a un autor agradable para el mismo Estado
que lo mantiene preso. “Herta Müller considera que entregarle este premio a Mo
Yan es un desastre y un insulto al Nobel. Como yo comparto esta idea, hemos
redactado una carta abierta para el comité sueco que ya están firmando autores
en Alemania, Francia y Estados Unidos. Allí digo que mientras Mo Yan muestra
sólo la parte superficial de la realidad, hay otros escritores que preferimos
ver los problemas del país y nos mantenemos de alguna manera como
subterráneos”, indicó el autor sureña provincia agrícola de Sichuan.
La cárcel. Liao no solo pretende
alcanzar la fama hablando mal de Mo Yan. Todo lo contrario: es un hombre que ha
construido su literatura en el exilio porque el régimen chino prohibió sus
libros. En la década de los años ochenta su poesía era popular porque se
publicaba con regularidad en revistas literarias. Pero en 1990 lo sentenciaron
a cuatro años de prisión por su poemario Masacre,
en el cual aludía a los hechos ocurridos en junio de 1989, en la plaza de
Tiananmen, cuando miles de estudiantes e intelectuales que protestaban contra
el régimen comunista y fueron cruelmente reprimidos por la policía. Hubo cerca
de 10.000 heridos, pero nadie puede hablar de lo sucedido en China.
Mientras estuvo en
la prisión de Chongqing, que también es un campo de trabajo forzado, Liao fue
torturado frecuentemente, a tal punto que trató de quitarse la vida golpeando
la cabeza contra la pared. Pasó varios días inconsciente y cuando pudo moverse
e interactuar con otra gente del penal, otros reclusos le dijeron entre bromas
que la mejor manera de morir era golpeando una pared que tuviera un clavo. Era
verdad: muchos lo habían logrado así. La brutalidad de la revelación hizo que
se interesara por las historias de estos hombres y dedicó el resto de su
encarcelamiento a registrarlas con notas minúsculas en un ejemplar de El
romance de los tres reinos, una novela clásica china. Esas historias, junto con
otras que recolectó cuando quedó en libertad, fueron la base de su libro Paseante de cadáveres: retratos de la China
profunda, editado en 2101 por el sello mexiacano con base en España Sexto
Piso. El libro presenta 30 entrevistas con ciudadanos de una China desconocida,
como mendigos, presos, campesinos, prostitutas y niños de la calle. Entre sus
capítulos más duros está el perfil de un hombre que vende mujeres en el sur del
país, poblado casi exclusivamente por hombres; el de un campesino hambriento
que llega al canibalismo y el de un cirujano plástico que se dedica a
embalsamar cadáveres. El título describe la costumbre de contratar personas
para que transporten los cuerpos de quienes murieron fuera de su lugar de
origen, para que su alma pueda encontrar el descanso cerca de sus familiares. “Aunque
este título fue decisión de la editorial estadounidense, creo que está bien
porque representa a China. Allí las personas, aunque uno pueda verlas vestidas
o no con lujos, por dentro están todas vacías”, señaló Liao.
Su segundo libro
traducido al castellano –tiene escritos cinco, hasta ahora–, publicado hace
unos meses por la misma editorial, también vuelve sobre la experiencia penal
del poeta. Por
una canción, cien canciones es una memoria, esta vez personal,
de sus años en la cárcel. Al final del libro incluye el poema Masacre por el que fue encarcelado. Allí
narra escenas aterradoras en las cuales a veces participa. Es esa sinceridad lo
que convierte en una pieza interesante porque trasciende las disculpas para
mostrar un retrato de la vida tal y como es.
Es en el retrato de la humanidad
del poeta, así como en el vacío de sus congéneres, en el lugar donde Liao Yiwu ha
construido la marca personal de su literatura y la herramienta para dejar huella
en sus lectores.
Vea a Liao Yiwu recitar su poema “Masacre”
en la Biblioteca Pública de NuevaYork
Una versión de esta entrevista se
publicó en El Nacional.
@michiroche
No hay comentarios. :
Publicar un comentario