Isabel I de Castilla: La
sombra de una ilegitimidad
es un libro fascinante no solo para los amantes de la historia sino también
para aquellos que disfrutan deshilvanando las relaciones que la propaganda
traza entre la arbitrariedad y la autentificación. Además de la pericia que
tiene su investigadora para hacer cercanos hechos de hace siglos, el magnetismo
de este libro se debe a que no se trata de una simple biografía, sino del
retrato de una época. Más allá de narrar una etapa en la vida de la célebre
reina Isabel, uno de los personajes que más atención crítica ha recibido entre
el catálogo de orates, tiranos y héroes que reseña la historia monárquica de
España, la obra escrita por Ana Isabel Carrasco Manchado se refiere a la manera
en que esta mujer y sus asesores construyeron, por medio de la propaganda y la
representación, la legitimidad de su reclamo del trono de Castilla, aun cuando
su hermano Enrique IV murió en 1474 dejando a una sucesora, Juana, a quien, por
cierto, se la llamaba “La Beltraneja”, por que habían sospechas de que era, en
realidad, hija de Beltrán de la Cueva, asesor del rey; una oportuna coincidencia
que los Reyes Católicos supieron aprovechar a su favor.
Isabel I de Castilla |
Los
ejemplos sobre la manera en que Isabel intentó ganar seguidores para su causa
abundan. Carrasco Machado los apunta todos, cuidándose bien de analizar las
estrategias orales y escritas que le sirvieron para naturalizarse, junto con su
esposo Fernando de Aragón, como legítima heredera del trono de Castilla. Cuenta
la historiadora que entre los apenas seis meses que transcurrieron entre el día
la autoproclamación de Isabel como reina (el 13 de diciembre de 1474) y el de
la proclamación de Juana (el 29 de mayo de 1475) se puso en marcha una enorme
operación, sustentada en el intercambio de información, por medio de la cual se
pretendía hacer pasar por legal las aspiraciones de la hermana, incluso por
encima de los derechos de la hija, del rey fenecido. Declarando que era
imprescindible comunicar la muerte de Enrique IV y la coronación de la
sucesora, las cartas que se enviaron a los grupos de poder y las ciudades en
Castilla para participar los hechos disfrazaron de información lo que era simple
propaganda. Estos documentos en los que se daba por hecho la sucesión de Isabel
y de su consorte Fernando, fueron una de las primeras herramientas de adhesión
política con que Los Católicos disfrazarían la arbitrariedad. No les tembló el
pulso en alzarse con la corona, a sabiendas de que se avecinaba una cruenta
batalla, puesto que se sabía que el rey Alfonso de Portugal estaba decidido a
unirse con su sobrina, Juana I, ya que las tentativas diplomáticas para
evitarlo habían fracasado, y que esto prometía una más que una guerra entre
naciones, una de corte fraticida.
La
autora narra también la ceremonia de proclamación de Isabel, como quien
describe una representación teatral, quizá porque en verdad eso era y señala
que su verdadera efectividad estuvo en sus poses histriónicas, como por ejemplo
el encendido discurso de Isabel, la invocación del poder de Dios y, en
especial, las voces que glorifican a la nueva reina, que no vienen del pueblo,
sino de voceros, los mimos nobles que en el futuro se beneficiarían del poder
de Isabel. “El mayor éxito de la propaganda de la fórmula aclamatoria es que no
es la comunidad que grita, sino los representante reales: los reyes de armas
que actúan como portavoces autorizados. No se deja espacio a los imprevistos.
El papel de la comunidad en la proclamación está muy controlado: no tiene voz
articulada en palabras”, puede leerse en una de las 700 páginas de la minuciosa
obra.
He
aquí el episodio que enfrenta a dos reinas, así como también a las coronas de
Portugal y de Aragón, por la potestad de Castilla, un conflicto fraticida del
que habría de resultar ganadora la pareja cuya importancia para la historia es
indiscutible. El momento que describe Carrasco Machado no es solo crucial por la
magnitud del quiebre dinástico que inaugura Isabel I, y al hecho de que esas
mismas estrategias propagandísticas las pondrá en práctica para resolver otros
problemas de su reinado, como la Reconquista de Granada y la imposición de La
Inquisición en sus Reino, sino porque el momento histórico protagonizado por los
Reyes Católicos no solo fue el fundamento de la nación española, sino la
génesis de más de una veintena de naciones en el Nuevo Mundo, que Cristóbal
Colón habría de descubrir para la reina de Castilla, Isabel, doce años después
de que terminara la guerra contra Portugal. Quizá, si Los Católicos y sus asesores
no hubieran tenido tanta pericia en el manejo de las técnicas propagandísticas
la señora de aquellas tierras que ahora son Hispanoamérica hubiera sido Juana, a
quien nadie ya se hubiera atrevido a llamar La Beltraneja. Pero eso es el
territorio de las suposiciones. Y lo que Ana Isabel Carrasco Manchado presenta
en esta publicación del sello Sílex es producto de una rigurosa investigación para
su tesis doctoral para la Universidad Complutense de Madrid defendida en el año
2000. Ya el lector tendrá suficiente tiempo para entender cuál hubiera podido
el imperio español posible, detrás de las estrategias políticas de la España
que fue.
buena e interesante crónica sobre una publicación bien narrada de las intrigas y manejo de opiniones y prebendas e intereses que determinaron el reinado de los reyes católicos en España , que no se conocían
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