Sonia
Chocrón aún no está muy segura que lo suyo sea escribir. “Aún hoy fantaseo con
la posibilidad de dedicarme a la orfebrería”, matiza y lo explica al añadir que
con ese oficio “pensaría mucho menos y tendría las noches libres”.
Sonia Chocrón Cortesía de la autora |
Su
gusto por la palabra escrita apareció durante sus estudios de bachillerato. Su profesora
de Castellano y Literatura, Carmen Mannarino de Mazzei, le sugirió que tomara
los talleres de literatura del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos:
“Yo barruntaba poemas seguramente
pésimos) a los quince o diecisiete años de edad, tal vez, y, un día a la semana,
Mazzei nos animaba a compartir nuestros escritos. Así que apenas cumplí los
dieciocho, durante mi segundo año en la escuela de Comunicación Social,
concursé para participar en los talleres del Celarg. Y así comenzó. Claro que
en aquel momento no fue un decisión de vida dedicarme a escribir. Era meramente
una opción para ordenar mis palabras”.
Este
año, luego de un largo hiato, Chocrón publicó, por fin, Mary Poppins y otros poemas que le siguen los pasos a otros libros
suyos del mismo género, como Toledana
(1992), Púrpura (1998) y La buena hora (2002). Había estado
dedicada a las novelas y llegó a coquetear con los cuentos. En 2004 editó la colección
de relatos Falsas apariencias y,
cuatro años después, La virgen del baño
turco y otros cuentos, el cuento que titula el volumen está en varias
antologías.
En
novela Las mujeres de Houdini (2012),
ambientada en París en el año 1939, quiso escribir sobre cómo los falsos
recuerdos juegan malas pasadas al cerebro y volver sobre uno de los personajes
que más le interesan del pasado, el ilusionista húngaro Harry Houdini.
– ¿Cómo fue el paso de la narrativa
a la poesía? ¿Qué género disfrutas más?
–
En realidad, el salto fue a la inversa. Lentamente, pausadamente. Mi primer
libro publicado, en 1992, es Toledana,
que es poesía ciertamente aunque con una narración de ficción como hilo
conductor. Luego vinieron dos libros más. Y en 1999, embarazada de mi hija,
decidí que no escribiría poemas durante los nueve meses de gestación, para no
disturbarla con mis tonterías. Así que como no tenía otra cosa que hacer,
escribí un cuento, “La Señora Hyde”. Y luego otro y otro. Di a luz a Ximena y
también a mi primer libro de relatos, Falsas
Apariencias. Me gusta escribir narrativa porque me divierte. Es como hacer
una fiesta e invitar amigos y rivales a ver qué ocurre. Y casi siempre caben
todos. Y recrear paisajes provisorios. Me gusta, en fin, porque nunca es
definitiva. “Pero lo que la literatura sabe, si es que sabe algo, es que somos
pura fluidez sin lugar”, dice Marcelo Cohén, que es un narrador que me
agrada.
– La inspiración en los
títulos de películas, la mayoría clásicas, añade una vertiente lírica sobre la
que pocos poemarios en Venezuela se sustentan, ¿Cómo se trabajan la simbología
de un poema para que no choque con la de los largometrajes?
–
Pasa que los largometrajes son la excusa, el mito, la imagen, la referencia
fácil. Bandas sonoras, títulos, personajes. En ese sentido, soy una tramposa. O
una seductora. El poema, en cambio, siempre va al término inesperado, a un
punto de fuga que se distancia de la película y se salta a otra acera. Esa que
nunca vi en la pantalla pero que sí forma parte de mi biografía privada. Y
entonces, ya no estafo. Confieso.
– Lo femenino está presente
en esta obra, ya desde la alusión a Mary Poppins en el título, pero como la
imagen de la mujer sugerida por el cine más evidente es la diva me pregunto qué
hay esta en las imágenes femeninas que transitan por esta poesía
–
En Mary Poppins y otros poemas, la
única ausente es la diva. No es un acto deliberado, por cierto, ha sido así por
necesidad. Hay sí, la mujer de todos los días porque he sustituido al emblema
hollywodense por la mujer invisible. Es decir, la real. No encuentro espacio
para divas ni en mi vida ni en la Venezuela que corre. O tal vez las divas que
descubro últimamente son hombres. En Mary Poppins hay madres, amantes, amigas y
fantasmas. Todo lo que fui y he sido.(Ni siquiera estoy segura de que este
libro sea poesía. Fue mi intento por inmortalizar lo que he perdido, como si
fueran los fotogramas de un film).
@michiroche
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