Lo
único que realmente contenta a Ismael Belda es hablar de libros. No tanto de
los que escribe –solo ha publicado uno hasta la fecha–, sino de esos que se
multiplican dentro de su biblioteca, forman montañas sobre una mesilla al lado
del escritorio o los que descansan en su mesa de noche. No importa que, en las
páginas culturales del ABC, Andrés Ibáñez escribiera que con La Universidad Blanca este autor
proponía el mejor libro de este año y que había sido un verdadero
descubrimiento: lo que verdaderamente importa a este madrileño nacido en 1977
en la ciudad Valencia –donde apenas vivió cuatro años– más que el errático
terreno de la producción propia es la obra de otros, que para eso el placer que
guía su existencia es la lectura.
Ismael Belda Cortesía Ediciones La Palma |
En
el poemario del catálogo de Ediciones La Palma se encuentran dos poemas largos
y seis poemas líricos cortos, agrupados bajo el título “Canciones de Vepseral”.
El primero de los largos se refiere a un ser mecánico que quiere convertirse en
humano y el otro, de donde se ha tomado el nombre del volumen, recorre las
aventuras del cocimientos, mientras que las entradas finales vuelven a caminos
poéticos más tradicionales como el amor y la apología a la naturaleza. El tomo
nació de una larga y ambiciosa novela que tiene más de una década escribiendo y
que tiene el título tentativo de “Vesperal”. Parece que allí, como ya ha hizo
en La Universidad Blanca se combinan
múltiples géneros. Las intersecciones entre lectura y escritura, narrativa y
poesía y, en especial, la humildad con que observa su trabajo y el de su época convierten
a Belda uno de los intelectuales más interesantes de nuestra generación.
– ¿En qué momento se separó
el poema “La Universidad Blanca” de la novela?
–
Durante el trabajo con la novela, tuve la idea de hacer un capítulo que fuera
el libro que está escribiendo uno de los personajes. Un libro dentro del libro.
Pero enseguida se me fue de las manos y abandoné la idea. Tenía ganas de
escribir un poema narrativo largo, que en la tradición hispánica se ha hecho
poco, pero es habitual en la anglosajona. Por alguna razón, estos enormes
poemas narrativos en verso dan una libertad que no permite otro género y para el
lector no es difícil aceptarla.
– ¿La libertad del poema
narrativo la otorga la lectura o la escritura?
–
Acabo de leer El levante de Mircea
Cartarescu, que es una extensa novela en verso. Está llena de humor y de
fantasía. El escritor rumano se permite toda clase de licencias. Todo vale y
todo tiene su sitio. Es un libro precioso y me ha gustado leerlo, además he
encontrado cierta afinidad con La
Universidad Blanca. Allí Cartarescu encontró una enorme libertad que yo no
veo en otros géneros.
– ¿Qué le permite le género
lírico y no el narrativo?
–
En la poesía hay una música que no está en la narración. Realmente yo no soy
muy amigo de hacer distinciones tajantes de géneros. Me gusta la hibridación,
así como también la mezcla de cosas, no significa que lo practique siempre,
pero me gusta. La poesía tiene que surgir de la fuente del lenguaje, es una especie
de música. Uno entra en esa música y escribe el poema. La prosa es distinta, es
un poco más intelectual, mental, tiene que distribuir más racionalmente el
lenguaje y el pensamiento. Esa música tiene que ver obviamente con el ritmo del
poema, pero no me refiero solo a eso; hay una música interna que no propiamente
el ritmo de las palabras, es algo que va por debajo.
– ¿Tiene algún modelo de
poeta?
–
A lo largo de la vida, muchos. Para un escritor que empieza deben haber
modelos. A veces escucho que les dan consejo a los primerizos y les dicen “sé
tu mismo”, eso está bien, pero ¿cómo se hace? En el Renacimiento, tanto en las
artes como en la poesía, había el concepto clave de la imitatio, que no era exactamente copiar a un autor clásico sino
recibir el espíritu o la idea del otro y los escritores jóvenes tienen que
hacer esto para aprender. Dicho esto, para este libro no he tenido modelo claro
ni lo tengo para la novela que estoy terminando.
– ¿Hay una manera poética
de mirar la vida?
–
Sí, pero creo que no pertenece a los poetas en exclusiva. Creo que es parte de
todos los seres humanos. Los escritores lo usan para hacer su trabajo. Cuando
se habla de una visión poética, por lo general, se entiende el terreno de lo
ideal, pero no es eso. La visión poética de la realidad es aquella que de
verdad la entiende y entra en ella. Eso pertenece a todo el mundo, pero hay que
ejercitarlo. Si un poeta o un escritor
no sabe usarlo mal va.
@michiroche
No hay comentarios. :
Publicar un comentario