La
muerte, la enajenación y el desdoblamiento son tres formas de fuga. En la
primera, una persona anhela diluirse en lo trascendente, en la segunda aspira a
escapar de lo mundano y, en la tercera, aún sin quererlo, combina los dos procesos
anteriores al lograr la inmortalidad por medio de la escisión. Las tres son
maneras de evadir el mundo porque proponen experiencias alternativas a la fría
realidad, por eso el epígrafe que abre la publicación toma un verso de Walt
Whitman en el que se declara que “se desvanece la plata de las estrellas”. Esta,
por lo menos, es la interpretación que Vicente Calero ofrece en El arte de la fuga de los momentos
culminantes en las vidas de tres poetas: el español San Juan de la Cruz, el
alemán Friederich Höldering y el portugués Fernando Pessoa.
El arte de la fuga |
Fiel
a su extensa formación lírica –Calero es autor de casi una decena de
poemarios–, el autor nacido en Ibiza en 1963 hace gala de un lenguaje narrativo
elevado a la lírica que embelesará al lector a tal punto que este no se sentirá
capaz de soltar este libro de una centena de páginas hasta no terminarlo.
No
es la primera vez que combina la biografía y la prosa con los métodos del
rapsoda; en su novela de 2014 titulada Los
extraños –que como El arte de la fuga
editó Periférica– narra la biografía de algunos miembros de su familia con
vidas legendarias como quienes vivieron durante la África colonial, la guerra
civil española, el exilio en Francia y la Ibiza de los años setenta, militando
entre el poder, como militares africanistas o comandantes de la Segunda
República, y la sinrazón, como los ajedrecistas profesionales y los bailarines.
La diferencia es que la familiaridad que se establece entre los personajes de El arte de la fuga y el autor no es por
los lazos de la sangre, sino por los del arte, que a veces son mucho más
estrechos. En una entrevista publicada por El País el año pasado, Valero dijo que sentía una especial curiosidad por cómo
viven los demás. “Cualquier vida por insignificante que parezca a simple vista
siempre desarrolla un proceso de ambición o fracaso”, explica el poeta: “Indagar
en esa trayectoria es iniciar un camino de aprendizaje. No puedo quedarme
impasible ante los individuos olvidados”.
La
fuga toma también la forma de la metáfora del viaje. Por eso, la esencia del
libro puede encontrarse en una cita en el cuento “Parece que vivimos en una
edad de plomo” que describe el recorrido de Höldering, ya no solo sobre los
caminos europeos sino en una peregrinación hacia la locura: “En el alma de un
caminador hay voces diferentes, como senderos en un bosque que salen al
encuentro una y otra vez, que se abren para ser escogidos o rechazados, pero
sobretodo hay en ella un país invisible en la lejanía, como un horizonte
perpetuo, al que sólo se puede llegar desvestido y loco, transformado en pájaro
o en viento del oeste, porque lo que uno es se rompe un día, del mismo modo que
los astros declinan solemnemente y ebrios de luz brillan los valles”.
¿Qué
duda cabe que Valero, al referirse al “alma del caminador”, no alude también a
la sensibilidad del poeta? Así, cuando proclama la búsqueda de “un país
invisible en la lejanía” se refiere también al oficio poético que añora la
utopía del verso perfecto al cual solo puede llegarse, no con las herramientas
de la razón, sino con aquellas de la enajenación: acaso la manera más
categórica de estar cuerdo.
Este
año Vicente Calero también ha publicado en México una compilación y resumen de
su poesía. Canción del distraído está
conformado por poemas inéditos, otros revisados y otros más simplemente
reunidos con el objeto de que los poemas allí presentados se consideren como
más que una antología.
@michiroche
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