Lo
primero que llama la atención de Oliverio Coelho es que su hablar, sea por el
tono de su voz o por la entonación de sus palabras, suena bastante parecido a
las reproducciones de audio de Jorge Luis Borges cuando lee sus poemas o habla
de sus relatos. No tendría nada de especial porque el maestro de la brevedad y
el escritor que reseña novedades editoriales en Los Inrockuptibles son compatriotas y contadores de historias.
Conversamos
sobre su más reciente colección de relatos, Hacia la extinción y no
puedo evitar inquirir por la influencia del coloso en su
obra. Es obvia la pregunta, a todos los escritores argentinos se la hacen, pero
Coelho accede a responder: “Fue determinante para mi. En estos momentos, sin embargo,
me interesa más su manera de pensar la literatura que su prosa y su estética.
Cuando era muy joven mis textos buscaban ser ‘borgianos’, creía que las
cuestiones y los universos de la literatura eran los que Borges tenía en sus
cuentos. Mis relatos eran casi plagios. Tenía entonces 16 o 17 años y me costó
borrar sus rastros. Incluso, en Parte
doméstico quedaba algo, en la adjetivación y en el registro”.
Oliverio Coelho Tomado de: elfuturonoesnuestro.blogspot.com.es |
Se
refiere a su anterior libro de relatos, el primero en este género, publicado en
el año 2009. Añade que ahora lo que más le interesa es la lucidez crítica del
autor de El libro de arena (1975) y
la manera como plasmaba “en asuntos singulares un estilo universal,
manteniéndose siempre como un escritor argentino e invirtiendo el signo de la influencia.
Fue que un escritor del Tercer Mundo, de un país periférico que terminó por
condicionar la idea de literatura de intelectuales europeos, como Michel
Foucault”.
Soledad y unidad. Los trece relatos contenidos en Hacia la extinción narran atmósferas
melancólicas y sujetos que intentan negociar con el desamparo. El título
sugiere la soledad de los personajes que parecen esperar por sombríos destinos
inminentes, una impresión que Coelho localiza en el Río de la Plata y que piensa
que fue impuesta por el tango, “que impregna el temperamento tanto de los
nacidos en Buenos Aires como de los nacidos en Montevideo”.
Algunos
cuentos, en especial los que abren del volumen editado por el sello mexicano
Almadía, están marcados por la tradición literaria del país donde nació en 1977
y los que están hacia el final transcurren en el Lejano Oriente –quizá sus
anécdotas se fundamenten en la temporada que pasó en una residencia para
escritores de Corea del Sur. Lo más interesante el libro, sin embargo, es su estructura
que obliga a engullirlo de un solo bocado. “Pensé que los relatos podrían
eslabonarse y crear una unidad del libro de cuentos como en una novela”,
explica Coelho: “Quería que un relato llevara a otro; así uno que termina en
Budapest se encabalga con otro que empieza allí. La unidad está en el lugar,
aunque el asunto sea distinto. Una relación amorosa que ocurre en Budapest y
termina trágicamente se encabalga con otra que tiene lugar en Montevideo y ese
es un cuento erótico que se replica en el siguiente. Mi ilusión era que
pudieran leerse de corrido en una sola sentada todos los relatos gracias a esa
unidad”.
El
autor –que en 2002 ganó la Bienal José Rafael Pocaterra que otorga el Ateneo de
Valencia en Venezuela– no piensa que el tránsito entre las modalidades narrativas
del cuento y la novela disminuya las libertades creativas. “Se trata de una
adecuación a las características de una historia y las hay que son potentes en
el formato cuento y no como novelas. Las que van en espirales son de novela,
porque circulan laberínticas, con tramas familiares; las de los cuentos son
cubos dentro de los cuales hay historias y hay que sacudirlos para entender la
problemática en el interior del relato”, explica el escritor cuya obra se ha
traducido al portugués, el inglés, el francés e, incluso, al árabe.
Esta
manera de mirar los cuentos a través de formas geométricas quizá le venga de
los doce años, edad en que supo que se dedicaría a pergeñar sus pensamientos en
hojas de papel, porque solo a través de esta actividad conseguía sosiego: “Se
transformó en una rutina que me aliviaba ante todas esas angustias que circulan en la
adolescencia; la escritura era un refugio, un modo de prolongar la sensación de
juego que venía de la infancia, de volver imperecedero lo lúdico”.
En
aquella época primigenia la escritura tenía cierta urgencia, pero a medida que
pasaron los años esa urgencia remitió y fue así como nació la literatura. Hasta
la fecha, el autor elegido en 2009 como uno de Los Mejores Narradores jóvenes
en Español según la filial española de la revista inglesa Granta ha publicado las novelas Tierra
de vigilia (2000), Borneo(2004), Promesas naturales (2006), Ida (2008) y Un hombre llamado Lobo (2011).
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