martes, 24 de marzo de 2015

Oliverio Coelho consigue sus cuentos dentro de cubos

Lo primero que llama la atención de Oliverio Coelho es que su hablar, sea por el tono de su voz o por la entonación de sus palabras, suena bastante parecido a las reproducciones de audio de Jorge Luis Borges cuando lee sus poemas o habla de sus relatos. No tendría nada de especial porque el maestro de la brevedad y el escritor que reseña novedades editoriales en Los Inrockuptibles son compatriotas y contadores de historias.
Conversamos sobre su más reciente colección de relatos, Hacia la extinción y no
Oliverio Coelho
Tomado de: elfuturonoesnuestro.blogspot.com.es
puedo evitar inquirir por la influencia del coloso en su obra. Es obvia la pregunta, a todos los escritores argentinos se la hacen, pero Coelho accede a responder: “Fue determinante para mi. En estos momentos, sin embargo, me interesa más su manera de pensar la literatura que su prosa y su estética. Cuando era muy joven mis textos buscaban ser ‘borgianos’, creía que las cuestiones y los universos de la literatura eran los que Borges tenía en sus cuentos. Mis relatos eran casi plagios. Tenía entonces 16 o 17 años y me costó borrar sus rastros. Incluso, en Parte doméstico quedaba algo, en la adjetivación y en el registro”.
Se refiere a su anterior libro de relatos, el primero en este género, publicado en el año 2009. Añade que ahora lo que más le interesa es la lucidez crítica del autor de El libro de arena (1975) y la manera como plasmaba “en asuntos singulares un estilo universal, manteniéndose siempre como un escritor argentino e invirtiendo el signo de la influencia. Fue que un escritor del Tercer Mundo, de un país periférico que terminó por condicionar la idea de literatura de intelectuales europeos, como Michel Foucault”.

Soledad y unidad. Los trece relatos contenidos en Hacia la extinción narran atmósferas melancólicas y sujetos que intentan negociar con el desamparo. El título sugiere la soledad de los personajes que parecen esperar por sombríos destinos inminentes, una impresión que Coelho localiza en el Río de la Plata y que piensa que fue impuesta por el tango, “que impregna el temperamento tanto de los nacidos en Buenos Aires como de los nacidos en Montevideo”.
Algunos cuentos, en especial los que abren del volumen editado por el sello mexicano Almadía, están marcados por la tradición literaria del país donde nació en 1977 y los que están hacia el final transcurren en el Lejano Oriente –quizá sus anécdotas se fundamenten en la temporada que pasó en una residencia para escritores de Corea del Sur. Lo más interesante el libro, sin embargo, es su estructura que obliga a engullirlo de un solo bocado. “Pensé que los relatos podrían eslabonarse y crear una unidad del libro de cuentos como en una novela”, explica Coelho: “Quería que un relato llevara a otro; así uno que termina en Budapest se encabalga con otro que empieza allí. La unidad está en el lugar, aunque el asunto sea distinto. Una relación amorosa que ocurre en Budapest y termina trágicamente se encabalga con otra que tiene lugar en Montevideo y ese es un cuento erótico que se replica en el siguiente. Mi ilusión era que pudieran leerse de corrido en una sola sentada todos los relatos gracias a esa unidad”.
El autor –que en 2002 ganó la Bienal José Rafael Pocaterra que otorga el Ateneo de Valencia en Venezuela– no piensa que el tránsito entre las modalidades narrativas del cuento y la novela disminuya las libertades creativas. “Se trata de una adecuación a las características de una historia y las hay que son potentes en el formato cuento y no como novelas. Las que van en espirales son de novela, porque circulan laberínticas, con tramas familiares; las de los cuentos son cubos dentro de los cuales hay historias y hay que sacudirlos para entender la problemática en el interior del relato”, explica el escritor cuya obra se ha traducido al portugués, el inglés, el francés e, incluso, al árabe.
Esta manera de mirar los cuentos a través de formas geométricas quizá le venga de los doce años, edad en que supo que se dedicaría a pergeñar sus pensamientos en hojas de papel, porque solo a través de esta actividad conseguía sosiego: “Se transformó en una rutina que me aliviaba ante todas esas angustias que circulan en la adolescencia; la escritura era un refugio, un modo de prolongar la sensación de juego que venía de la infancia, de volver imperecedero lo lúdico”.
En aquella época primigenia la escritura tenía cierta urgencia, pero a medida que pasaron los años esa urgencia remitió y fue así como nació la literatura. Hasta la fecha, el autor elegido en 2009 como uno de Los Mejores Narradores jóvenes en Español según la filial española de la revista inglesa Granta ha publicado las novelas Tierra de vigilia (2000), Borneo(2004), Promesas naturales (2006), Ida (2008) y Un hombre llamado Lobo (2011).

@michiroche



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