martes, 17 de marzo de 2015

Faverón Patriau: “La violencia privada también es pública”

El único libro de ficción publicado hasta ahora por el periodista y académico peruano Gustavo Faverón Patriau es una sublimación macabra de la tragedia de un amigo suyo que hace más de veinte años mató a su novia en un arranque psicótico.
Gustavo Faverón Patraiu
Foto: Javier Zapta/ Cortesía Candaya
Puesto de esa manera, la anécdota parece trivial, indecorosa, burda. Pero es justamente lo contrario: La historia de la vida real, que no es precisamente la que se lee en El Anticuario –pues el libro se detiene en otro momento de la vida y crea un protagonista que toma del compañero de la juventud sin exponerlo por completo–, coloca en escena, travestido como un coleccionista de antigüedades, a un bibliómano de prosapia que acumulaba ediciones antiguas de libros y que prefería encerrarse con sus publicaciones antes que tener contacto con la gente.
“Si tenía la pistola con la que disparó a su novia era porque en esa época mucha gente con dinero iba armada para defenderse de los secuestros que en las década de los ochenta y noventa había muchos en Perú”, explica el editor del libro Toda la sangre: Antología de cuentos peruanos de la violencia política (2006).
Porque la historia de la vida real como la de la ficción están ambientadas en aquella Lima del siglo pasado, presa de una violencia en desbandada, una que todavía aterrorizaba a Faverón Patriau cuando en 2006 comenzó a escribir los primeros borradores, los mismos que fueron abandonados y retomados varias veces en más de un lustro. “La novela tiene dos intenciones”, añade el autor del libro de historia Rebeldes (2006) y del libro de teoría literaria Contra la alegoría (2011): “el primero era exorcizar el problema de mi amigo, que ya tenía mucho tiempo obsesionándome y, el otro, hacer una novela alegórica a la guerra del Perú”.

Conflicto macabro. Cuando en 1980 se desató en Perú el conflicto armado que contaba con la organización de inspiración maoísta Sendero Luminoso como su principal agente, el actual profesor asociado en Bowding College tenía apenas trece años de edad: “Cuando capturaron a Abimael Guzmán en 1992, yo tenía 25 años, así que este enfrentamiento ocupó casi toda mi vida ciudadana y entendí que la violencia privada también es pública y la pública, privada. Por eso mi interés en esta novela era sugerir, en lugar de elaborar relaciones claras. No quería escribir una novela realista sobre Sendero Luminoso”.
Admirador de la prosa de su compatriota Mario Vargas Llosa, Faverón Patriau explica que este pasado tormentoso peruano fue crucial para la recepción de la novela en América Latina, pero que en Estados Unidos los críticos la leyeron como un misterio policial o una novela gótica. The New York Times la clasificó como “deliciosamente macabra”, quizá por su coqueteo con la brutalidad de las pasiones más íntimas y su interesante retrato de un tipo intelectual de criminal que es también, en el fondo, una víctima de sus circunstancias.

Pasado y presente. La anécdota en El Anticuario comienza cuando Daniel, luego de pasar tres años interno en un hospital psiquiátrico, busca a su amigo Gustavo para contarle los detalles del crimen que lo llevó hasta ese lugar: el asesinato de su prometida. Allí comienza una extraña investigación que une a la novela policial, las metáforas del cuerpo y la literatura como herramientas de placer y sacrificio. La ciudad construida como un espiral que actúa como imagen de la novela parece indicar al lector un misterio elíptico que siempre parece acercarse a un punto central, sin saber bien cómo tocarlo.
Las pesquisas de Gustavo, como también sus recuerdos de la juventud al lado de Daniel, se constituyen en los pivotes de una narración lúcida y erudita que embriaga al lector, en especial si es un amante irredento de los libros, como el hombre metido en el psiquiátrico.
Ahora editada en España por el sello catalán Candaya, esta novela se publicó por primera vez en Lima en el año 2010 y en Estados Unidos al año siguiente. En estos momentos se la traduce al turco, al árabe, al chino y al japonés.
El Anticuario, de Gustavo Faverón Patriau demuestra que es posible hacer arte con piezas de la realidad violenta y de la ficción libresca.

@michiroche

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