Hace una década,
Luigi Amara organizaba fiestas de disfraces con sus amigos. El “desmadre” en el
cual, de manera inevitable, terminaban estos eventos llevó al poeta y ensayista
a preguntarse qué había en las pelucas que hacía que la gente se tomara tales
licencias, fuera de la época de Carnaval. Esa inquietud fue el germen de la
investigación que este año resultó finalista del Premio Anagrama de Ensayo, Historia descabellada de la peluca, galardón
que finalmente se le entregó al compatriota de Amara, el mexicano Sergio
González Rodríguez.
Luigi Amara en la presentación de su Libro Cortesía FIL Guadalajara/Pedro Andres |
“Desde hacía
mucho tiempo yo quería escribir algo sobre el despliegue del cuerpo –cómo nos
mostramos, cómo construimos nuestro yo y nuestro cuerpo– pero no quería hacerlo
desde la perspectiva de la cirugía cosmética y se me ocurrió que la mejor
manera era a través de algo anacrónico, pasado de moda como la peluca, para que
pudiéramos ver el tema del cuerpo con distancia y humor y así conocer las
extravagancias a las que llega el ser humano en aras de construir una imagen en
aras de seducir o intimidar a los
demás”, explica el autor mexicano.
Amara nació en
Ciudad de México
en 1971y se dio a conocer en su país cuando fundó la revista Paréntesis. Si bien le gusta el ejercicio de síntesis, concreción y de
cristalización en imágenes que hace a través de la poesía, disfruta escribiendo
ensayos porque considera que este género le permite la digresión, “pasar de una
anécdota a una conjetura, como una especie de paseo mental”.
Todos los pelos de la peluca. La disertación entre intelectual y
humorística de este filósofo parte de la idea de “que gracias a unos pelos –que
a veces son hasta sintéticos– te puedes descocar, volverte loco”, según señala Amara,
pero los años de investigación añadieron otras vertientes a esta reflexión,
obligándolo a tomar en cuenta otros puntos de la historia, como el status
social que ese accesorio daba a quien lo usaba en los años del Iluminismo, y el
comentario social desde su uso como prótesis que es cada vez más extendido
entre las personas que hacen quimioterapia, por ejemplo. “En la necesidad de
suplir una carencia, las prótesis tienen mucho de vanidad: si se te cae la
dentadura te la pones, para verte bien”.
Aunque los cabellos,
como ocurre con los espejos , desde tiempos inmemoriales estén asociados con la
vanidad, Amara prefiere referirse en su libro más bien a sus interpretaciones
dentro de la sociedad, pues considera que en los comportamientos de los seres
humanos hay una surte de “discurso capilar”, en el cual las pelucas funcionan
como un atributo de la personalidad.
“Cuando empecé a
adentrarme en el estudio de los múltiples usos de las peluca, me di cuenta
también de que son muy variados los significados y símbolos y que este objeto
era difícil de reducir a una única interpretación. Por eso intenté hacer un
mosaico alrededor de este accesorio en todo el libro, destacando distintas
funciones y matices porque más que un libro de historia quería que los lectores
tuvieran una sensación de un amplio tapiz”, añade.
Amara comenzó en
2004 las investigaciones sobre este tema, al que se aproximó justamente porque
nunca antes había pensado en algo así, y aprendió que “todo es artificio” y que
mientras más conscientes sean las personas de esta realidad, podrán ser más
libres.
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