lunes, 1 de diciembre de 2014

La poesía venezolana retó al silencio autoritario en Guadalajara


La lírica tomó la palabra en México por el país. Igor Barreto preparó una sopa de letras, Arturo Gutiérrez Plaza reseñó la infame relación entre las dictaduras y los escritores y Alejandro Castro propuso una poética de su cuerpo como desafío al silencio y a la noche impuesta, desde haca mucho más que quince años, por la tradición militarista en Venezuela.
Pabellón de Argentina en la FIL Guadlajara
©FIL/Pedro Andrés
“El decir y el poder” es el título de la mesa que la Editorial Libros Lugar Común llevó hasta la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en la cual se llegó a la triste conclusión de que las experiencias civiles son la excepción a una historia escrita desde el panegírico épico.
A partir de una crónica sobre la sopa que toma con regularidad en el Mercado de Coche, Barreto comparó los cruzados de carnes blancas y rojas que se tomaba en los primeros años de la República Bolivariana con los potajes insípidos que consume ahora “en estado bruto”. Así habla en términos culinarios de la falta de diálogo del país: “cuando me la tomo [la sopa] lo hago en silencio, aislamiento y exclusión; el comandante de la cocina me ha aplicado la vieja receta de los manuales estatistas de la editorial Progreso, la que sufrieron muchas provincias de la extinta Unión Soviética reducidas a la miseria como la gran herramienta totalitaria para cumplir un proceso de conquista y sometimiento a un orden monocorde: de un solo color y sabor”.
Gutiérrez Plaza se refirió a la larga y tirante relación entre la poesía y el poder en los muchos regímenes autoritarios que ha padecido Venezuela, señalando al militarismo de caudillos como una patología que define la relación que los habitantes del país tienen con el poder. Se refirió a la imagen del país asoleado como una que de forma recurrente en la tradición poética venezolana identifica a lo absurdo de esta nación que Andrés Eloy Blanco llamara “una tierra enferma de heroísmo”.
El más joven de los autores convocados para la mesa propuso una lectura del poder en Venezuela desde su homofobia. Dice el autor de 28 años de edad que debajo del imperativo de que siempre el país tiene problemas más importantes que discutir que los derechos de las poblaciones sexodiversas y de las minorías, se esconde la repugnancia a la homosexualidad que es claro en la cultura venezolana y que Castro ejemplifica a partir de una proclama proferida por el general Soublette en plena guerra de independencia, donde identificó a los escritores con “poetastros afeminados”.
Aunque la presentación de los autores puede resumirse en la frase que soltara Barreto no más iniciar su intervención, “lo que le ocurre al poeta en su intimidad, en su cuerpo, también le ocurre a la nación”, cada una de las intervenciones fue única a su manera y evidenció la persistencia atávica de la crisis militarista en Venezuela, así como también la relación entre el poder y la otredad poética.


@michiroche

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