miércoles, 3 de diciembre de 2014

La curiosa mortalidad inmortal del escritor


Un manto de humores tristes cayó este día 3 de septiembre de 2014 sobre los asistentes a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara al conocerse la noticia de la muerte del periodista tapatío Vicente Leñero. Los escritores mexicanos, como era de esperarse, se comportaron como los más conmocionados por la mala nueva y los organizadores del encuentro literario, así como los del Grupo Planeta, casa que editaba al autor, no tardaron en pronunciarse. Marisol Schulz, directora general de la FIL, luego de decir el discurso de rigor colocó una banda negra en la sala de periodistas y Nubia Macías, directora del sello, anunció que a partir del año que viene la obra narrativa de Leñero se editará entera en una biblioteca que llevará su nombre.
Vicente Leñero en 2009.
Cortesía FIL Guadalajara
Al final de la jornada la melancolía se había extendido también sobre los escritores internacionales, ya no solo por la muerte de Leñero que sufrió un enfisema pulmonar, sino por la noticia de la esclerosis que se le diagnosticó hace poco al argentino Ricardo Piglia, quien por eso se vio obligado a cancelar su viaje a la FIL para acompañar a la delegación que representa a su país ahora que es el centro de los homenajes del festival literario y para presentar su Antología Personal que le acaba de editar el Fondo de Cultura Económica.
El editor del sello se negó a confirmar las razones por las que Piglia no compadeció hoy –apenas dijo que tenía “problemas de salud”– y tampoco se refirieron directamente a eso ninguno de los convocados a la mesa para presentar el libro que (la ironía) es una compilación que recoge los textos de la obra de Piglia propuestos por el mismo autor. Pero el ambiente era pesado y me pareció que el mexicano Juan Villoro y los argentinos Martín Caparrós y Martín Kohan llegaron a referirse en tiempo pretérito al autor de Respiración artificial –título que en la década de los ochenta, mientras Caparrós estuvo en el exilio, representó para él una esperanza de efervescencia cultural en su país–.
Ricardo Piglia en 2010.
 Cortesía FIL /Gonzalo García Ramírez
No puede escapársenos la ironía de que cada uno de los países más profundamente involucrados con la FIL, el anfitrión y el invitado de honor, se vieron hoy confrontados con la idea de la muerte de un escritor. Uno con la certeza, otro con la posibilidad. Y es que en ningún otro oficio como en la escritura la relación con la muerte es tan paradójica como en el de las letras. Los escritores no tienen una sola muerte: resucitan en sus libros o mueren con ellos. Porque  si son buenos, su obra los inscribe en la inmortalidad, pero si no lo son, el languidecer lento de sus libros en los estantes de las librerías o en los depósitos de las editoriales representa una segunda y (quizá más) dolorosa muerte.
Ya entró al lugar vaporoso e inaprensible Leñero, que se hizo acreedor de galardones como el Premio Biblioteca Breve en 1963 y el Xavier Villaurrutia en 2001 y Piglia parece encaminarse hacia ese mismo sitio. Leñero tendrá su propia colección en Seix Barral y Piglia ya tiene una antología que sugiere la manera como quiere ser leído. Consagrados ambos, inmortales los dos, incluso antes de la muerte.


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