No suelo
escribir reseñas de libros de poesía, si acaso de alguna novela, últimamente (pero
muy de vez en cuando, siempre de autores que no conozco personalmente). No
tengo un sitio fijo donde publicarlas y, en el caso de la poesía, no es un
género sobre el que me apetezca escribir especialmente, o, mejor dicho, hay
otros asuntos y géneros sobre los que me apetece escribir primero. Además, desde
que llevo la edición de una colección de libros de poesía, esa me parece
suficiente responsabilidad prescriptora.
Trasmallos |
Alguna vez he
dicho que Santiago Gil es, me parece, de la nueva generación de escritores
canarios (ahora en los 40), uno de los de corte más “literario y humanista”
(junto con Anelio Rodríguez Concepción y Bruno Mesa, por ejemplo); aunque no
sea, posiblemente, más que una delimitación gruesa que, esperemos, sirva al
menos para situar a Santiago Gil respecto de aquellos autores de esta
generación que están trabajando la novela negra y, también, de aquellos otros
que han apostado por la continuación de la tradición insular.
En Trasmallos, en efecto, el hombre que es
el autor se pone de manifiesto, lo trasciende todo, resulta medular, es
narrador y protagonista, es poeta y objeto del poema. José Luis Junco Ezquerra
lo señala ya desde el título de su prólogo: “Trasmallos. La reivindicación
poética de lo humano”. Con ello está relacionado lo que me ha “impresionado” de
la experiencia de leerlo: Santiago Gil ha recurrido al melodrama para
estructurar su poemario, ha tirado de su experiencia como narrador y ha
dispuesto, muy al principio del libro, el relato de un hecho dramático que ha
marcado su biografía: la separación de su pareja. De tal modo que, a partir de
ese instante, el dispositivo melodramático extiende una pátina de dolor sobre
cada poema del libro, que transmite sus emociones más íntimas respecto de ese
duelo órfico –sin recurrir al conocimiento clásico, decantándose por la verdad
propia, personal, transferible—. A la emoción del lirismo de la escritura
poética, se suma la emoción épica –aunque intimista, cotidiana— obtenida por medio
de un recurso que hoy es considerado poco poético: más bien dramatúrgico;
narrativo, en cualquier caso.
En cierto modo,
es como si la “poesía culta” –en este tiempo de pos cultura y pos
posmodernidad— se volviese “cantar de gesta”, pero de una gesta que consiste en
la entrega total, impúdica, de la persona que escribe: la persona y el poeta indisociados de un modo pornográfico; la
“pena en observación” en el centro de todo.
(No es un
proceder habitual en la poesía española, me parece. Merece señalarse).
Nada nos impide
disfrutar de la calidad poética de los poemas de este libro si los leemos por
separado o en desorden, pero si los leemos en la estructura que el autor ha
querido, los poemas son “más”. Y siempre hubo pérdidas amorosas y poetas que
las contaran o las cantaran, pero este libro nos habla de las nuestras: del
duelo que padecen los hombres abandonados hoy.
MAR DE OTOÑO EN
PRIMAVERA
Santiago Gil
Este mar triste
de otoño en primavera,
una avenida que
atardece mojada por la lluvia,
bufandas que ya
estaban olvidadas en los cajones,
paraguas que
rompe el viento de la costa,
y tú tratando de
explicar por qué me dejas.
Aún recuerdo
cada una de tus palabras
confundidas con
el olor de la tierra mojada
y la brisa de
mar adentro que traía el viento.
No es que no me
quisieras,
ni que hubieras
dejado de adorarme.
Según tú fue el
tedio, el hastío,
los domingos
aburridos e interminables.
Dices que no hay
otro, ni otra,
que es parte de
la vida esta derrota.
En fin, que el
futuro te regale divertimentos,
que nunca más te
venzan la desgana y la monotonía,
ni el desamor,
ni el desencanto,
ni te quedes
jamás, Dios no lo quiera,
ante uno de
estos mares tristes de otoño en primavera.
Trasmallos, Santiago Gil (Ediciones de la discreta, 2014)
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