martes, 28 de octubre de 2014

La vida en movimiento de Santiago Gamboa

Si existiera en el Diccionario de la Real Academia Española una definición de cronista de viaje, el nombre de Santiago Gamboa bastaría como ilustración. No sólo es “un tipo solitario con los ojos bien abiertos, que escruta el mundo”, como escribe en Océanos de Arena que es el paradigma de estos autores, sino que las metáforas del viaje, la traslación y el exilio –tanto el interior como el exterior– estructuran su narrativa.
Océanos de arena, 2013
En su manera de asumir y reseñar sus periplos por el mundo y de preocuparse por la parquedad con la que el género se ha tratado en la tradición literaria en castellano a la que pertenece,  el autor colombiano recuerda al estadounidense Paul Theroux, al neerlandés Cees Nooteboom o al inglés de herencia india y trinitaria, V.S Naipul. Es, como estos tres autores que admira, un intelectual que aborda la narrativa de viajes como una inmersión total en una cultura que le es ajena, como un ejercicio de libertad, ciudadanía y erudición. Por eso este libro, igual que ocurre con Octubre en Pekín (2001), se inserta en la intimidad del lector, igual que ocurre con toda la buena literatura, demostrando que la narrativa de viajes es tan buena o mejor que toda la prosa necesaria de la literatura.
“Me gusta llegar a sitios donde soy anónimo. Una de las cosas más fascinantes es ver a los demás y verte en sus ojos. Por eso me siento a gusto en lugares lejanos como China, la India o África. Me gusta saber qué cosas de mi cotidianidad sorprenden por esos lados”, me dijo en una entrevista que publiqué en noviembre de 2011 cuando visitó Caracas por primera vez dar una conferencia organizada por la Sociedad de Amigos del a Cultura Urbana, que llevaba por título La Ciudad y el Exilio.
Esa necesidad de verse en los ojos de los otros configura también la perspectiva del autor en Océanos de arena: Diario de viaje por Medio Oriente, una colección de tres crónicas extensas de sus recorridos por Siria, Israel –a la que llama “Antigua Palestina”– y Jordania, en las cuales se mezclan el recuerdo del pasado inmemorable con el conflictivo presente para mostrar los tres vértices de la batalla por la modernización tal y como se registra en los países de cultura árabe. El lector notará que está bastante claro en este libro cuál es el modelo de escritura de viajes de Gamboa, que también está balanceándose sobre los tres lados de un triángulo: el viaje real –y también el íntimo– que hizo por los lugares de cada país, la historia de esos sitios y la reseña de los viajes de otros, la historia de sus propios recorridos que algunos escritores han confinado en otros libros.
Las armas que Gamboa exhibe son las mismas que recomienda en el prólogo de la obra y de las que habló durante el Taller de Literatura de Viajes que impartió en 2013 en Caracas: El poder descriptivo, la obsesión por el uso correcto del las palabras en cualquier idioma, saber escuchar y tener intuición. “Pero nada de lo anterior tiene validez sin un arma fundamental, tal vez la única imprescindible: la vocación, la capacidad de hacer un esfuerzo sostenido, de llevarlo a término. Y en el fondo equivale a decir: un desmedido amor por los libros”, escribe. También alude a la soledad, que es al mismo tiempo la necesidad y la prerrogativa del escritor.
Y es que al autor le parece una aberración detener el movimiento y echar raíces. Su vocación es emprender, una y otra vez, la aventura de Ulises, porque en ese proceso se descubre también a sí mismo sí mismo, pues todo viaje es también el viaje a Itaca: hay que luchar contra los elementos y contra las tentaciones íntimas para aprender a volver.

@michiroche


(Primera edición: 4 julio de 2013: http://www.el-nacional.com/blogs/colofon/vida-movimiento-Santiago-Gamboa_7_220247974.html)



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