Si existiera en
el Diccionario de la Real Academia Española una definición de cronista de viaje,
el nombre de Santiago Gamboa bastaría como ilustración. No sólo es “un tipo
solitario con los ojos bien abiertos, que escruta el mundo”, como escribe en Océanos
de Arena que es el paradigma de estos autores, sino que las metáforas del
viaje, la traslación y el exilio –tanto el interior como el exterior–
estructuran su narrativa.
Océanos de arena, 2013 |
En su manera de
asumir y reseñar sus periplos por el mundo y de preocuparse por la parquedad
con la que el género se ha tratado en la tradición literaria en castellano a la
que pertenece, el autor colombiano recuerda al estadounidense Paul Theroux, al neerlandés Cees
Nooteboom o al inglés de herencia india y trinitaria, V.S Naipul. Es, como
estos tres autores que admira, un intelectual que aborda la narrativa de viajes
como una inmersión total en una cultura que le es ajena, como un ejercicio de
libertad, ciudadanía y erudición. Por eso este libro, igual que ocurre con Octubre
en Pekín (2001), se inserta en la intimidad del lector, igual que ocurre con
toda la buena literatura, demostrando que la narrativa de viajes es tan buena o mejor que toda la prosa necesaria de la literatura.
“Me gusta llegar
a sitios donde soy anónimo. Una de las cosas más fascinantes es ver a los demás
y verte en sus ojos. Por eso me siento a gusto en lugares lejanos como China,
la India o África. Me gusta saber qué cosas de mi cotidianidad sorprenden por
esos lados”, me dijo en una entrevista que publiqué en noviembre de 2011 cuando
visitó Caracas por primera vez dar una conferencia organizada por la Sociedad
de Amigos del a Cultura Urbana, que llevaba por título “La Ciudad y el Exilio”.
Esa necesidad de
verse en los ojos de los otros configura también la perspectiva del autor en Océanos
de arena: Diario de viaje por Medio Oriente, una colección de tres crónicas
extensas de sus recorridos por Siria, Israel –a la que llama “Antigua Palestina”–
y Jordania, en las cuales se mezclan el recuerdo del pasado inmemorable con el
conflictivo presente para mostrar los tres vértices de la batalla por la
modernización tal y como se registra en los países de cultura árabe. El lector
notará que está bastante claro en este libro cuál es el modelo de escritura de
viajes de Gamboa, que también está balanceándose sobre los tres lados de un triángulo:
el viaje real –y también el íntimo– que hizo por los lugares de cada país, la
historia de esos sitios y la reseña de los viajes de otros, la historia de sus
propios recorridos que algunos escritores han confinado en otros libros.
Las armas que
Gamboa exhibe son las mismas que recomienda en el prólogo de la obra y de las
que habló durante el Taller de Literatura de Viajes que impartió en 2013 en Caracas: El poder descriptivo, la obsesión por el uso correcto del
las palabras en cualquier idioma, saber escuchar y tener intuición. “Pero nada
de lo anterior tiene validez sin un arma fundamental, tal vez la única
imprescindible: la vocación, la capacidad de hacer un esfuerzo sostenido, de
llevarlo a término. Y en el fondo equivale a decir: un desmedido amor por los
libros”, escribe. También alude a la soledad, que es al mismo tiempo la
necesidad y la prerrogativa del escritor.
Y es que al
autor le parece una aberración detener el movimiento y echar raíces. Su
vocación es emprender, una y otra vez, la aventura de Ulises, porque en ese
proceso se descubre también a sí mismo sí mismo, pues todo viaje es también el
viaje a Itaca: hay que luchar contra los elementos y contra las tentaciones íntimas
para aprender a volver.
@michiroche
(Primera
edición: 4 julio de 2013: http://www.el-nacional.com/blogs/colofon/vida-movimiento-Santiago-Gamboa_7_220247974.html)
No hay comentarios. :
Publicar un comentario