Armando Reverón se dejaba dibujar por el sol; pasaba
horas batallando con la luz en Macuto hasta que su piel se tostaba. Llegó a
decir que esta lo cegaba, enloquecía y atormentaba, pero algunas veces lograba
domarla y convertirla en su alidada para así crear sus pinturas. Juan Luis
Landaeta busca seguir a través de los 39 poemas que conforman su obra Litoral central, esa misma luz que
encandiló a Reverón.
El autor nacido en Caracas
en 1988 es abogado, músico y poeta. Actualmente vive en New York y trabaja como
editor asociado de la revista digital ViceVersa.
En el 2009 obtuvo una mención especial en el III Premio Nacional Universitario de Literatura “Alfredo Armas Alfonso”
por el libro Destino del Viento y una
mención especial en el I Premio Nacional de Poesía Eugenio Montejo por su obra La conocida herencia de las formas, en
el 2011. Litoral central es su
primer libro publicado, que lleva Sudaquia
Editores, sello de literatura en castellano radicado en Nueva York.
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Litoral central |
Al inicio de la obra, Landaeta nos posa frente al sol y nos recuerda que somos los mismos seres de
tierra que heredamos de los humanos primigenios la alabanza al poder del astro para
dar vida, luz y calor, como si
se tratase del propio Ra, Inti o Tonatiuh: “Un
sol alza lo que revela, ante nosotros crece / su figura. De todo lo que ha
amanecido, hay / un día que es nuestro. Imposible evadirlo”. Eso mismo nos
enseña a un pintor y su lienzo: “Somos en la luz su paisaje blanco”, esto
recuerda un fragmento de “La Luz de los espacios cálidos” donde Eugenio Montejo
señalaba en ese genial ensayo que esta era la enceguecida angustia que lo que
lo llevaba a pintar con blanco.
Y, de pronto, el poeta se atreve a dibujar un retrato de Reverón
con palabras que guardan sonido de trueno: “El pintor / llama sol / al instante que él perfila // sordo / al horizonte /
se entrega // recibe el meridiano /y la sombra de las hojas / se parece / a su
pecho tendido”.
Al continuar la lectura
sigue la claridad, a veces proyectándose en forma de pájaro o en orden y verde como
los versos que construyen “El día”: “planta su luz / y es silvestre color / al
aire muestra / suelta / sus hojas el jardín”, advirtiendo la cercanía de la
oscuridad que oculta todo rostro, árbol y ser.
El autor anuncia que el pintor tiene “Su mirada fugaz”, todo por
el encantamiento que disfruta, pero que a su vez es su mal, demonio y
enfermedad: “invita al cuadro / que el dibujo alcanza / y nunca termina // el
aire en la abierta / expansión / de las luces”.
Para luego fijar con esmero todos sus sentidos en el mar
desafiante que golpea ola tras ola frente a un Castillete apartado de todo
ruido y olor a ciudad, y al hombre que desafía con extraños rituales al calor y
a los rayos que le mienten: “ese horizonte nítido en tus ojos / es un litoral /
en la costa renueva su contraste / fijo en las retinas / explosión de su
silencio / retoma el dibujo”.
En
Litoral central además del sol como
protagonista, también predomina el pájaro
como imagen que concentra la
libertad, el aire, la luz, la locura y la angustia.
El primer motivo aparece en poemas como, “La tarde”:
“El sol / inflama / el horizonte / alza / su voz / en el valle / ave de la
suspensión / alto cae / sobre su sombra / y en picada vuelve a trepar / desde
su sed / al día”. El segundo tema se se aprecia en las líneas de “Ave que
ofrece”: “al pájaro como a ti / los
alumbra / deja / solos / la estrella que fuera”. O en los versos de “Sácate los pájaros del cuerpo” que muestran los
animales que escuchaba Reverón o que sentía caminar muchas veces en su estómago:
“dime acaso cómo una gaviota / te llevará / a
donde el árbol cruje / y es así en tus ojos // olvida el nombre del cielo”.
Landaeta ha logrado componer un libro
con poemas de luz, no solo porque nombre los rayos, el sol o la calidez sino
porque hasta faltando estas palabras el lector puede sentir por medio de los
versos al Litoral, con su
bochorno, Caribe y sed.
Diosce
Martínez
@dioscemartinez
@poesiavene
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