A la extendida e intensa prédica a favor de la transparencia, Han, filósofo coreano
formado en Alemania, responde: la transparencia ha adquirido tal poder de
coacción que tiene un carácter totalitario. El auge de la transparencia supone
el destierro de la negatividad en
favor del establecimiento de una sociedad positiva,
donde todo sea conocido, exhibido, puesto en evidencia. “Las cosas se hacen
transparentes cuando abandonan cualquier negatividad, cuando se alisan y allanan, cuando se insertan sin resistencia en el torrente liso del
capital, la comunicación y la información”.
La sociedad de la transparencia |
En un mundo donde todo debe ser expuesto, donde
todo debe ser despojado de sus secretos, se produce la liberación de las imágenes:
desprovistas de profundidad, de elementos opacos, de zonas resguardadas al
morboso apetito de los demás, se vuelven transparentes, inmediatas: la sociedad
de la transparencia es la sociedad de la pornografía, la sociedad que borra la
brecha entre la imagen y el ojo. Al estado de transparencia contribuye el que
todo tenga un precio: nada guarda ya su lado oculto, nada alcanza a mantener su
singularidad, todo puede ser comparado por su valor monetario. Vivimos la
multiplicación, el crecimiento sin fronteras de lo igual.
El arrollador movimiento de la transparencia pasa
por encima del derecho a la privacidad, de los límites que deberían proteger lo
personalísimo. Una vasta industria, que opera a través de ciertas modalidades
del periodismo, se dedica a ventilar, a exhibir en la vitrina pública, lo
que hubiese podido permanecer bajo
resguardo. De hecho, lo que ahora se entiende como “intimidad” es justo lo
contrario: es el mecanismo de conversión para que los asuntos de la vida
privada salten a la esfera de lo evidente, se transformen en data desprovista
de negatividad, es decir, en material
que verter al incalculable torrente de información que circula por el mundo.
Desnudas, arrancadas de su velo, las imágenes han
perdido la capacidad que tenían de ser leídas solo hasta un punto. Ahora se
exponen sin rubor. La sociedad pornográfica es, a un mismo tiempo, sociedad del espectáculo y la sociedad sin
vocación hermenéutica. Sociedad que puede prescindir de la interpretación, pero
también de eros, porque donde todo está previamente expuesto ya no es posible
la seducción. Advierte Han: que de la amenaza del gran hermano con poder
ilimitado de vigilancia, pasemos a un mundo donde todos nos vigilamos unos a
otros. Que todos seamos promotores de la liquidación de las fronteras que separan
el adentro del afuera, entregados de forma voluntaria, a una sociedad de panóptico
ilimitado, del que cada vez más somos promotores y víctimas, a un mismo tiempo
.
Nelson Rivera
@nelsonriverap
Título Original: Libros: Byung-Chul Han
No hay comentarios. :
Publicar un comentario