Niños
que luchan contra monstruos vegetales, caballos que llevan la velocidad del
fuego y diminutos patibularios que esperan a hombrecillos aún más pequeños son
algunas de las anécdotas de las narraciones breves –e incluso brevísimas– que habitan
dentro de El cuerpo secreto de
Mariana Torres.
El cuerpo secreto |
La
mayoría de los personajes de los cuentos son a un tiempo inquietantes y
entrañables. Se trata niños que sufren dolores “tan intrínsecos a la vida que
llegan a fascinar y sufrirse por partes iguales”, como la niña atrapada dentro
de un corsé, el pequeño con un corazón de piedra que lastima a sus amigos y el
niño que es un árbol monstruoso de cuya boca salen húmedas flores doradas. Así, sustentado sólidamente
en las brumas de las fantasías infantiles, el mundo que construye el conjunto
de los treinta y cuatro relatos editado por Páginas de Espuma hará que cada lector
recuerde las imágenes con que pasó las mejores horas de su vida durante aquella
edad de la utopía perdida que antecedió a la adultez.
“Los
niños son tierra formada, levantada, en pleno crecimiento vertical, verde y
llano”, escribe la autora en uno de estos cuentos, el titulado “Volver a la
tierra”. La afirmación permite descubrir el motivo que palpita debajo de los
pequeños personajes: la tierra, la cual no es otra cosa que el más antiguo
símbolo de lo maternal, la etapa más primitiva de la humanidad, anterior a las
fantasías de la individualidad. Esto no solo es evidente en “Tierra Madre”
donde una criatura recibe una “leche blanquísima” de una negra enorme, sino en
los niños que se enredan en las copas de los árboles o les gusta hacerlos
crecer en sus entrañas. Por eso, los monstruos se transforman en follaje,
algunos niños son peras, así como otros trepan por todas partes, incluso por los
aires, o se enfrentan con el vacío, desafiándole. Lo mejor de los cuentos del
primer libro de esta madrileña nacida en Brasil es que brotan de la tierra: son
húmedos y ctónicos, como los campos fértiles.
Las
coloridas imágenes trepidantes que se suceden en estas narraciones confirman
que la autora se formó en la Escuela de Cine de Madrid, pero no es esto la
marca de su estilo. Si lo más interesante de estas historias es su registro
simbólico natural y la estructuración de sus temas en tres obsesiones –la
perspectiva infantil sobre el dolor, las imágenes acuáticas como contrapartida
real y metafórica tanto de los desiertos como de los abismos y la tierra como
aliento de la vida y depósito de la muerte– el estilo representa un aspecto que
debe notarse, porque navega entre el registro clásico y la forma de la vanguardia.
No es una contradicción. A pesar de que están construidos con la economía expresiva
de los cuentos modernos –no en balde la autora es profesora en la prestigiosa
Escuela de Escritores–, los relatos de Mariana Torres se parecen a los cuentos de
los hermanos Grimm y de Charles Perrault, antes de que la pedagogía simplista de
Walt Disney los echara a perder.
@miciroche
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