martes, 20 de octubre de 2015

Mariana Torres: “Si el cuento perfecto estuviera escrito todos dejaríamos de escribir”

Distinta a otros autores, Mariana Torres no escribe para soñar sino que sueña para escribir. No más se levanta, esta autora nacida en la ciudad brasileña Angra dos Reis en 1981 anota, en primera persona del presente, qué quimeras poblaron los recorridos nocturnos de su mente. Redactar aquellas fantasías le permite articularlas, ponerles orden y reconocer la fuerza de sus imágenes. “Hay períodos en los que dejo de hacerlo y se me olvidan los sueños; entonces soy menos creativa”, apunta la también profesora de la sede madrileña de la Escuela de Escritores. Fue la costumbre de llevar un libro de sueños y el oficio de los talleres los que dieron a Torres las herramientas indispensables para terminar su primer libro de cuentos, El cuerpo secreto (2015).
Once relatos de ese libro son sueños. El lector los reconocerá con facilidad porque tiene el ímpetu de las imágenes fantásticas.
Mariana Torres
Foto: Alain André
Pero si aquellas imágenes, por muy poderosas que fueran, llegaron a estructurarse en relatos es porque, además, Torres tiene oficio. Y es uno nacido del gusto por el proceso de pergeñar ideas sobre papel. Escribir, así como el verbo, más que el sustantivo, es una acción que la cautiva desde joven y si terminó estudiando guión en la Escuela de Cine de Madrid fue justamente porque sintió que la carrera en Filologías Hispánicas era una carrera muy teórica y ella quería algo más práctico. “Lo hice un poco sin querer: fui haciendo las pruebas y me admitieron y me dieron la beca, así que la verdad por eso fue que entré”, explica la autora que de aquella experiencia sacó el cortometraje Rascacielos (2009).
Pero pronto Torres aprendió que la cinematografía y la literatura son dos idiomas radicalmente diferentes. Aquella etapa le pareció dura porque la obligó a desearse de lo que ella lama “la retórica”: “Aprendes a escribir de otra manera: la estructura de la historia, la caracterización de los personajes, las acciones. Pero la retórica de la prosa, incluso su musicalidad, no te sirven para nada. Hasta que recuperé la narrativa para escribir ficción me costó dos o tres años y eso fue a partir de los talleres de escritura, en especial las clases de Ángel Zapata”.

¿Cómo la experiencia de dar clases te ayuda a escribir?
Los temas de los cursos que doy en la Escuela de Escritores se refieren a mi manera de hacer los cuentos: la niñez, las emociones y los sueños. Creo que esas son mis tres especialidades y por eso están todas en el libro. Es como la historia del huevo y la gallina: no sé si diseñé los cursos porque escribía de esta manera o si escribo así por los talleres.

– También está el trabajo con los escritos de otros…
– Eso me ayuda a distanciarme de los míos. Cuando estás acostumbrado a leer textos diferentes de alumnos distintos adquieres práctica en comentarlos, con lo cual también aprendes a separarte de los tuyos. Ahora mismo yo no me acuerdo de ningún texto de algún alumno y es porque hago una separación. Creo que esto le pasa a todos los profesores de taller. Eso te ayuda a corregir. Si no estuviéramos acostumbrados a leer o solo leyéramos buena literatura sería muy deprimente. Estar acostumbrado a trabajar con literatura te acostumbra a hacerlo con tus propios escritos también. De hecho, yo aún tengo algunos que si paso tiempo sin leerlos ni me acuerdo que los he escrito yo.

– ¿Qué aprendiste escribiendo El cuerpo secreto?
– En primer lugar, este proceso me enseñó a elaborar un libro de cuentos unitarios que es una cosa que nos sabía hacer. Aprendí a poner punto final a los cuentos porque también soy de corregir mucho. Con mi libro también aprendí a superar la imperfección, porque nunca sientes que el cuento está perfecto y tienes que lidiar con esa sensación de que aunque está imperfecto, está más vivo que si estuviera perfecto y es como soy yo ahora. Y es lo que hay. Se trata de renunciar a la perfección porque es algo imposible. Si el cuento perfecto estuviera escrito todos dejaríamos de escribir. Es absurdo buscar la perfección.

@michiroche

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